Titanes

Crónica Titán Villuercas por Alfito.

Me coloco en mi sitio junto al resto de cicloturistas. Estoy menos nervioso de lo que esperaba y mi mujer me da ánimos entre el público. Se da la salida y empezamos a rodar por las calles de Logrosán. Al “gracioso” del speaker se le ocurre decir por el micrófono que alguien haga un caballito… Algunos hacen caso: dos acaban en el suelo rompiendo uno de ellos la tija del sillín… Empezamos bien. Hay mucha gente en las calles que nos anima a todos los bikers y esto hace que… me entren ganas de llorar. Estoy realmente emocionado. Es mi primera prueba ciclista y las sensaciones son nuevas para mi.
Salimos de Logrosán por la rotonda de la carretera hacia Guadalupe y “tocamos tierra”. El primer tramo es favorable, por caminos llanos y con bajadas rápidas. En una de estas bajadas, yendo con el único conocido que sabía que iría a la prueba, se me cae el bidón. Al pararme no consigo sacar el pie de la cala y primera caída del día antes del km 5. Por si no fuera poco el bidón se ha caído en una bajada muy rápida y la gente viene a toda leche… y el bidón casi en medio del camino. En fin, me juego el tipo y consigo recuperarlo sin contratiempos. Mi amigo intentó esperar a ver si reenganchaba, pero perdí demasiado tiempo. Toca hacer toda la carrera solo.
A los 8 km empieza la primera subida importante de la jornada, son unos 7 km de subida ininterrumpida con algunas rampas de entidad que nos llevan al primer avituallamiento líquido. Decido no parar y comerme un plátano en marcha, lo que supuso el primer error de la jornada, ya que se me cae casi entero al suelo y decido sigo para adelante. En otro tramo de subida no demasiado fuerte hago el afilador con uno que se me cruza delante y beso el suelo de nuevo. Esta vez me caigo hacia la izquierda, cosa que no me había pasado nunca, por cierto (siempre me caigo hacia la derecha) y creo que se ha movido la pinza de freno o se ha doblado algo el disco de la rueda delantera… ¡y todavía no he llegado al km 20! Justo después llego a un rampón que hace bajarse a algunos delante de mi. Como me noto fuerte y he ido controlando bien en la subida anterior decido seguir montado. Uno de los caminantes permanece en el centro del carril y le llamo de todo para que se aparte, ya que voy a tope y no quiero bajarme… ¡Qué burros nos ponemos a veces cuando vamos con el chip competitivo! En fin, tras este último repecho comienza una bajada peligrosa no, ¡terrible! Discurre casi entera entre sombras, el terreno es de un color grisáceo oscuro y está llena de piedra suelta y resaltos. Cuando llevo unos metros de bajada veo a gente parándonos y diciéndonos que nos bajemos de las bicis y sigamos andando. Ha habido un accidente y la ciclista había perdido el conocimiento por unos instantes. Al pasar a su lado veo que es… ¡Mabel! Le pregunto cómo está y me responde que bien. Veo la ambulancia llegando. Le doy ánimos y decido seguir para adelante porque allí no puedo hacer nada. El resto de la bajada la hice con las mismas ganas de llorar que tuve en la salida, pero esta vez no de emoción, sino de miedo.
Con terreno favorable llegamos a Berzocana, donde Ciclos Rueda tiene montada una zona mecánica. Les conozco de haber ido a la tienda de vez en cuando y me atienden muy bien. Me miran el freno delantero que está algo tocado y me colocan bien la rueda para que no rocen las pastillas. En un momento de despiste me echan aceite en la cadena (alegando que estaba seca)sin que me de cuenta. Cuando me percatono se me ocurre otra cosa que decirles que me han jodido la planificación, que llevo la cadena lubricada con cera y no con aceite. Al momento me doy cuenta de que he sido muy borde, no he podido callarme (¡el jodido gen competitivo aflora de nuevo!), les doy las gracias sin mas, como algo de fruta con desgana y sigo mi camino. Y todo esto con mi mujer delante…
El siguiente tramo hasta Navezuelas no lo recuerdo muy bien, pero lo que es seguro es que iba machacando bien las piernas con continuas subidas y bajadas. Las barritas no me están sentando demasiado bien, me cuesta algo digerirlas. Las he probado antes, pero en rutas fáciles. Creo que ha sido un error traerlas y tendrá sus consecuencias en el devenir de la maratón.
A partir de Navezuelas empieza el calvario, por si lo anterior había sabido a poco (unos 1000 metros en 40 km). La salida del pueblo se hace por una buena carretera asfaltada, con buen piso, pero sin ni un falso llano para descansar en 7 km y con alguna rampa “divertida”. Todos los que vamos subiendo mas o menos juntos tiramos de molinillo, que hay que reservar fuerzas. Después de coronar empieza una bajada que nos llevará a la mas temible de las subidas: el Valle del Viejas. Este lugar se quedará grabado en mi mente durante toda la vida, porque creo que no lo he pasado tan mal en toda mi vida. Empiezo la subida mas o menos bien, al principio el camino no es muy técnico y se puede regular. Poco a poco la pendiente y la dificultad van creciendo y la cosa se va poniendo tensa hasta que mas o menos a mitad de la subida noto en la pierna izquierda algo que no había sentido nunca, pero que reconozco al instante: calambres. Al bajarme se me acalambran bíceps femoral y cuádriceps de ambas piernas. Cuando intento estirar los bíceps se me acamlabran los cuádriceps y viceversa. Estoy bien jodido y paro un rato a ver si me recupero. Tras cinco o diez minutos decido seguir empujando la bici, porque montado, con esas pendientes y con el camino tan roto es imposible. Empiezo a andar cuesta arriba y al poco rato empiezo a tener mucha hambre. Llevo el estómago algo revuelto, pero sé que tengo que comer algo urgentemente… y no se me ocurre otra cosa que comerme ¡un sándwich! que me cuesta horrores tragar mientras empujo la bici cuesta arriba.
Con mas pena que gloria consigo coronar y en el avituallamiento sólo hay bocata de jamón con un pan demasiado tostado para mi gusto y que se hace difícil de masticar. Le pego dos bocados y me como algunos dátiles que me cuesta tragar tanto como un bocata de polvorones.
Me doy ánimos porque sé que empieza una larga bajada hasta Guadalupe y podré recuperar energías. Es por carretera y eso me anima… pero, ¡Qué carretera! Casi prefiero los caminos. Se alternan zonas de asfalto muy rugoso y deteriorado con zonas de tierra con mucha piedra suelta. El caso es que hay que estar muy atento y no recupero tan bien como pensaba. Ahora, además, empiezo a tener los brazos bastante cargados.
Al acabar la carretera nos meten por un sendero muy estrecho, también en bajada, en el que tengo que moderar la velocidad porque corro el riesgo de salirme y despeñarme, aunque he de reconocer que era bastante divertido.
Tras el sendero cogemos una pista que nos lleva a Guadalupe, donde empieza el tramo más benevolente de toda la ruta: una bajada por carretera bien lisita, una gozada a esas alturas, y además casi no hace falta dar pedales. ¡Cómo se agradece!
El problema es que lo bueno tiene su fin demasiado pronto y enseguida enfilamos hacia el Camino Natural, aunque para mi mas bien es el Camino Mortal. En este camino, con sube y bajas constantes (mas sube que bajas, o eso me pareció a mi) hay unos rampones con un cartelito al lado indicando el porcentaje de la subida. El tío que tomó los datos de las pendientes no debió de tener un buen día, porque donde aparecía una señal del 11 o el 14 % yo veía un rampón como los del Risco de Sierra de Fuentes… Así es que ¡imaginaos cuando llegó la rampacon el cartelito del 21 %!. Todas estas “subiditas” las tuve que hacer a pie, porque los calambres volvían una y otra vez. El estómago ya sólo admitía agua y en pequeñas dosis. Lo último que me faltaba ahora era vomitar y deshidratarme del todo.
Con más pena que gloria consigo llegar al desfiladero del Ruecas y para empezar… una rampita del ¡26%! ¡Y yo quejándome el Pericuto! Pero esta rampa es sólo el principio y el cachondo de los cartelitos sólo ha señalizado esta, porque le siguen unas cuantas mas con un porcentaje que prefiero no saber.
En malas condiciones consigo llegar hasta la ermita de Belén, junto a la que hay una fuente. Intento refrescarme porque el sol castiga duramente a esas horas (cuatro de la tarde). Hablo con una pareja de hermanos de Hernani con los que he ido durante los últimos km y les digo que voy a abandonar, que no tengo fuerzas y que espero al coche escoba. Me convencen para que siga alegando que si tienen que ir hasta allí a recogerme llego yo antes andando…
Decido seguir. Esta parte del recorrido es bastante mas llana, apenas hay repechos y no tiene grandes pendientes, pero voy bastante tocado y me cuesta mantener el ritmo. Finalmente consigo llegar al último avituallamiento, a 15 km de meta y en el que está mi mujer… le digo que estoy mal y pregunto a la gente de allí cómo es el tramo que queda. Me dicen que queda aún una subida mas o menos larga, pero que el final es todo cuesta abajo. Ante esta tesitura decido abandonar, no me veo con fuerzas para afrontar otra subida y mi mujer me apoya totalmente en mi decisión, es mas, quita de mi mente cualquier tipo de duda sobre si continuar o no, y yo se lo agradezco.
Esto es lo que tenía que contar sobre esta fantástica experiencia. Lo he pasado mal, peor que en toda mi vida y, sin embargo, desde que llegué a casa no paro de darle vueltas a qué es lo que hice mal, donde debí parar a comer, qué debí comer en cada momento, cómo debí afrontar las subidas mas duras… En fin, que el año que viene vuelvo, porque tengo una deuda pendiente con la Titán Villuercas y ¡quiero ser un Titán!
Por último y no menos importante quiero darle las gracias a mi mujer, Raquel, que estuvo todo el día con el coche de aquí para allá, esperándome en todos los avituallamiento accesibles para el tráfico rodado e incluso en algún punto intermedio, animándome en este ingrato deporte que ella sufre tanto o mas que yo.






1 comentario:

  1. Mira el lado bueno, ya tienes reto para el año que viene,

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